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22 de enero de 2017

Histórica marcha contra Trump en Washington, liderada por mujeres

La nena sostiene el cartel orgullosa, le cuesta es pesado y más grande que ella, está feliz: “Nos vamos a levantar unidos”, dice el cartón junto a la imagen de una Estatua de la Libertad sexy, pintada con el arcoíris de la diversidad.

Una marea de gorros de lana rosa con orejitas de gatita, los ya famosos "PussyHat". Más de medio millón de personas desbordó el National Mall, donde apenas 24 horas antes Donald Trump juraba como presidente número 45 de los Estados Unidos. Casi el doble de personas, en su mayoría trabajadores blancos de clase media, que ayer apoyaron al republicano.
Es sin duda un evento histórico. Hace más de 20 años que no se veía en DC una movilización de protesta de este tamaño. Desbordó por lejos a los organizadores. LPO estuvo en el lugar y puso comprobarlo. Era imposible acceder al punto central. En realidad había tanta gente que ya no importaba donde estaban los organizadores. La movilización cobró vida propia: algunos decidieron marchar a la Casa Blanca, otros improvisaron escenarios sobre los camiones, baños químicos y cualquier cosa que sirviera como plataforma, que quedaron allí del acto de jura de Trump.

Una reapropiación simbólica del impresionante operativo que los republicanos habían montado el viernes para celebrar su regreso a la Casa Blanca. La reversión del discurso del orden que horas antes desplegó el magnate, tuvo sus picos espontáneos: Un grupo de mujeres se acercó a soldados de la guardia nacional –afroamericanos- y les pidieron una foto sonrientes. Nada más, nada menos. No hubo allí la frase patriotera “gracias por cuidarnos” que horas antes les regalaban los seguidores de Trump.
Sin líderes políticos, con una agenda con eje en las mujeres –derecho a abortar, defensa de su dignidad, basta de maltrato- la protesta giró sobre si misma y engulló a todo aquel que Trump ofendió: inmigrantes, afroamericanos, gays, musulmanes, intelectuales. El otro Estados Unidos, el que sacó casi tres millones más de votos pero cayó en el colegio electoral, este sábado tomó la calle.
Todo comenzó con una idea de una abogada jubilada de Hawai, Teresa Shook, quien posteó en su Facebook :"¿Y si las mujeres desfilaran masivamente en Washington durante la investidura?". Cuando fue a acostarse, tenía 40 "Me gusta". Cuando se despertó, más de 10.000. Fue el inicio de un movimiento que como todos los movimientos reales, devoró a su dueño.
“Trump es un wake up call para los progresistas”, dijo Erin Edlow, de la juventud demócrata de Virginia Beach. Pero la protesta, que tuvo eco en las principales ciudades de Estados Unidos y el mundo desborda lo partidario. Toca la fibra de la lucha por los derechos civiles, el rechazo a la guerra de Vietnam, esa tradición norteamericana de rebeldía democrática que supieron encarnar Bobby Kennedy y Muhamad Ali, entre tantos otros símbolos que se volvieron globales. Había algo de metáfora en la multitud abrazando el flamante e increíble museo dedicado a la lucha del pueblo afromericano, que dejó Obama como sello en la Ciudad.

Se palpaba esa alegría indescriptible que genera saber que se es parte de un momento histórico. En algún lugar de esa marea humana, los “famosos” hacían su parte: Michel Moore rompió un Washington Post que en la tapa decía “Trump toma el poder”. “I don´t think so”, dijo previsible el showman. Scarlett Johansson, Madonna y Ashley Judd sumaban lo suyo. Hillary, siempre tan cálida, se contentó con mandar un tweet. A nadie le importó demasiado. La gente celebrara su propio despertar.
Lo mejor de la marcha eran los carteles. Un concurso de creatividad infinito, a los que se les rendía tributo sacándoles fotos con el celular. Más creativo, más fotos. Las consignas "oficiales" fueron "Respeta mi existencia sino quieres enfrentar mi resistencia" y "Los derechos de las mujeres son derechos humanos". Pero la creatividad de la gente enriqueció al infinito esas consignas políticamente correctas y apeló al típico humor duro norteamericano. 
Fue como un Woodstok sin el chupetín del rock. Pura política y liderada por mujeres. Eso fue lo más extraordinario. Frente al macho, billonario y prepotente, que “agarra” a la mujer que quiere, una marcha demoledora.

El golpe fue tan duro que Trump que en ese momento estaba tratando de calmar a las fieras de la CIA con una rendición incondicional en Langley, estalló cuando vio que los medios decían lo obvio: Las mujeres lograron convocar mucha más gente que él. En una movida que a los argentinos acaso los haga recordar el pasado reciente, el flamante secretario de prensa de la Casa Blanca, Sean Spicer, convocó a los periodistas simplemente para decirles que mentían, que Trump había convocado más gente. No aceptó preguntas y se fue. Sólo hacía falta eso para confirmar que el golpe había entrado y lo hacía desde el lugar menos esperado.
Pancartas con dibujos de ovarios, toda una agenda nueva. No fueron los negros ni los latinos, fueron las mujeres las que tomaron la posta y lideraron la protesta, arrastrando al resto. Es por cosas como estas cosas que Estados Unidos hace décadas deja su marca en el mundo.

VIA LPO

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