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5 de noviembre de 2011

La chica que pasó de dormir en un remís a brillar en la Universidad


Amanda Rodríguez viaja seis horas por día para poder estudiar Medicina en la UBA.
Hace más de 50 años, su papá fue dos o tres días a primer grado. Hoy tiene 14 hijos, el sueldo que le da un remís y una cicatriz. Además una casa perdida en la tristeza de 2001 y un montón de hijos chiquitos que terminaron durmiendo en el piso de una pensión, en una carpa, en el remís.

Pero cuando Amanda habla de su papá pasa esos datos de refilón, como la parte aburrida de un curriculum. Y hay un recuerdo en el que sí se detiene. Lo busca arriba con la mirada y sonríe de costado. Cuenta que a veces, cuando su papá salía con el remís, encontraba libros de ediciones antiguas tirados. Y que una vez le trajo unos de medicina. El resto es la historia de una chica que viaja seis horas por día para estudiar en la UBA, que va por el segundo año de Medicina y que acaba de ser premiada.

Para llegar a la sede de la avenida Córdoba, toma un colectivo hasta la ruta, un tren hasta Moreno, otro hasta Once y un subte hasta la facultad . Se levanta a las cinco de la mañana, viaja tres horas de ida y otras tres de vuelta. Para poder moverse –el padre mantiene a todos con unos 2.000 pesos– da clases particulares de CBC en las estaciones de servicio. Y para estudiar, se sienta en la cama, apoya un libro sobre una pierna y simula una mesa.

Por todo esto, Amanda es una de las 45 alumnas becadas de la UBA que fueron premiadas por la editorial Eudeba. No con plata, con libros nuevos . Y a pesar de sus 22 años, se convirtió en la médica de cabecera de su papá: “Tiene una deformidad en el túnel carpiano por manejar tantos años. Y tiene diabetes. Así que a la mañana le tomo la presión, le mido la glucemia y trato de explicarle qué puede comer y qué no. Pero bueno –suelta, y vuelve a sonreír–. Papá no es un paciente fácil… no sé por qué, pero conmigo se deja”.
Nota Completa en Clarin

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